Funcionalidad contra apariencia.

Antoni Pedro Marí

“La función crea el órgano y la necesidad, la función”.[1]

De todos es sabido que la gran mayoría de razas caninas del mundo fueron creadas para desempeñar un trabajo concreto, una función. Los antiguos pobladores ya comprendieron que para cazar necesitaban el apoyo de los perros cuya colaboración beneficiaba a ambas especies; con esta finalidad fueron seleccionando a aquellos ejemplares que más se ajustaban a las necesidades de los hombres: perros ágiles, dóciles con sus dueños y con gran instinto de presa. La necesidad creó la función y ésta a su vez creó las numerosas razas específicas de perros de caza en sus innumerables especialidades: cobradores, rastreadores, de madriguera, podencos, galgos… Al ver que los perros no solo colaboraban con el hombre en la caza, sino que también proporcionaban compañía, protegían bienes y personas, localizaban objetos, y un largo etcétera se crearon por selección artificial desde hace miles de años las distintas razas que conviven actualmente con el hombre.

De esta forma, surgen extensos grupos de perros para cometidos de toda índole y con ellos la gran familia de los mastines, perros corpulentos con una cierta dosis de agresividad[2] y desconfianza, creados específicamente para ser utilizados como perros guardianes de todo aquello que el propietario considerara necesario. Distintos perros de este tipo se destinaron a la guerra, a la protección de haciendas y personas, o a la defensa del ganado y cada animal se adaptó al clima del lugar donde trabajaba; si el entorno estaba sometido a bajas temperaturas los perros desarrollaron pelambres más lanosas y largas y si eran enclaves más cálidos el pelo se acortaba. Todos ellos tenían un denominador común: eran perros protectores, independientemente de la morfología que presentaran y suficientemente agresivos con los animales y personas extrañas para poder ser utilizados con éxito en las distintas labores en las que se precisara un perro de defensa, y por eso precisamente, por su función de protección, eran estimados, respetados y salvaguardadas sus características temperamentales, puesto que se era muy consciente de que si éstas mermaban, también disminuía la capacidad de trabajo de protección que desempeñaban estos perros.

Por desgracia, se pusieron de moda las exposiciones caninas y algunas razas comenzaron a participar en concursos por su belleza estética sin importar sus características conductuales. Muchísimas razas sufrieron cambios drásticos y se comercializaron para satisfacer la ambición humana sacrificando en el proceso su verdadera función que les era propia. Algunos criadores presentaban los ejemplares según marcaban los cánones estéticos del momento, iniciándose así una carrera comercial para vender cada vez más cachorros, aunque con este proceso se eliminaran las características temperamentales típicas de cada raza sometida a ese estrago.

Se prefirió en muchos casos vender mastines enormes pero torpes, enfermizos y débiles, en los que apenas quedaban indicios de lo que fueron sus antepasados curtidos en el trabajo. No solo los mastines españoles sino el conjunto de razas más conocidas del mundo ha experimentado cambios desastrosos en sus características por esa actividad. Los perros funcionales quedaron relegados[3]; no se vendían bien. Surgieron las mascotas. Los compradores buscaron el animal grande y gordo como ‘peluche’ amable y bonachón y rechazaron cualquier atisbo de agresividad causando el desplome del temperamento propio de los perros alejándose completamente de lo que fueron los mastines de antaño.[4]

Por suerte no todo está perdido todavía y al menos queda esta esperanza. Cada vez, más personas en España reinician el camino inverso y otorgan más importancia al trabajo, a la función y al temperamento original de los auténticos mastines españoles que a la belleza y a todo ese mundo comercial que les rodea en no pocos casos. El mastín español, conocido inicialmente por sus denominaciones regionalistas como leonés, extremeño, andaluz y recientemente también como gallego, castellano o asturiano, constituye más que una raza excesivamente estandarizada, un gran morfotipo o agrupación racial conocido actualmente con el nombre genérico de ‘mastín español’[5] en los que se pueden encontrar todavía perros con grandes diferencias de alzadas, pesos o capas, pero con el denominador común de un temperamento recio, agresivo, seguro de sí mismo y básicamente protector. Actualmente, el mastín español todavía muestra esa gran variedad fenotípica, aunque por desgracia pierde en demasiados casos los rasgos característicos de esa fortaleza temperamental que es la que precisamente se buscó en su origen para que esos grandes perros pudieran desempeñar correctamente su función de guarda y protección de ganados o bienes.

La Asociación para la Conservación del Mastín Español Tradicional abandera desde hace años el mantenimiento y fomento de los perros de antaño, con su temperamento original para que puedan ejercer eficazmente su trabajo de guardería de los rebaños y fincas. La asociación busca y preserva perros rústicos, resistentes, adaptables y sobre todo funcionales, que sirvan para el cometido para el que fueron creados siglos atrás. Si aceptamos que una raza funcional debe funcionar y lo debe hacer correctamente, deberemos admitir que el rasgo más importante que resulta imprescindible seleccionar para la reproducción es, efectivamente, su temperamento.

El temperamento

El temperamento del mastín español configura una serie de elementos comunes en la gran mayoría de sus ejemplares como es la alta independencia de sus dueños y la capacidad de decidir por sí mismo, o el criterio para discernir amenazas. Estas actitudes provienen de la selección secular y de la propia función que ejercen. No obstante, cada perro independientemente de su raza dispone de un temperamento propio y particular innato que podemos englobar de forma resumida en tres grandes grupos:

Temperamento enérgico. -Son perros decididos, muy activos, juguetones, seguros de sí mismos y agresivos[6]. Son perros que por su propia iniciativa muestran un comportamiento específico para la función por la que fueron creados (guarda, defensa, caza, terapia, rastreo, detección, etc.)

Temperamento apático. – Son perros más tranquilos, con menos energía vital, prefieren permanecer tumbados; son bastante indiferentes a la llamada y a los estímulos en general. Pueden ser agresivos en determinadas situaciones.

Temperamento tímido. – Son perros miedosos que se asustan ante cualquier estímulo fuera de lo común. Pueden ser altamente agresivos por miedo, pero inservibles para el trabajo. Los estampidos (rayos y cohetes) les causan pánico. Tienden a la huida o a ocultarse.

Dentro de cada grupo existen numerosos subgrupos con perros que muestran factores de todos los temperamentos. En realidad, es difícil encontrar temperamentos puros, ya que los perros suelen mostrar en diferentes porcentajes elementos de todos los tipos de temperamentos.

La personalidad

La personalidad del mastín español, así como de cualquier perro está constituida por el temperamento (conjunto de factores del comportamiento sometidos a las leyes de la herencia genética) y el carácter (factores del comportamiento adquiridos exclusivamente por el aprendizaje). Ambos factores constituyen la base de cualquier personalidad canina (y de otros animales sociales, incluido el hombre) que será la que determine finalmente la conducta global y definitiva del perro. La importancia del carácter siempre es relativa y está en función del ambiente donde viva el animal; por lo general, esta cualidad está sometida a miles de variables individuales supeditadas a la climatología, el trato, el manejo, la convivencia, o la alimentación. El carácter no puede ser valorado para la reproducción porque no es heredable y solo pervive en un perro hasta que cambia de dueño o muere.

En resumen, el mastín español debe mantener un temperamento firme y eficaz para su cometido, ya que con esta cualidad será un perro con la suficiente agresividad para proteger los bienes asignados. Este temperamento recio debe constituir la base de su personalidad. Puede parecer una contradicción, pero un perro seguro de sí mismo y con la posesión de una potencial agresividad ofrece mayor confianza que un can entrenado para ‘despertarle’ una arremetida falsa que realmente no suele disponer de forma natural el perro con temperamento débil. El perro del tipo enérgico no malgasta el esfuerzo que supone desplegar todo el repertorio agresivo si realmente ve que no es necesario; por el contrario, el perro que ha aprendido a ser ‘belicoso’[7] intentará mostrarse amenazante ante cualquier estímulo desconocido, independientemente del grado de riesgo real que exista, pudiendo llegar a ser difícil de manejar y peligroso.

Como conclusión, hay que señalar que para que el mastín español recupere todo el esplendor que tenía hace años y vuelva a ser el perro protector que fue es preciso cuidar en extremo la reproducción y hacerlo solo con ejemplares que muestren un marcado temperamento enérgico innato, sin priorizar su morfología estructural[8]. El mastín español debe ser un perro funcional, que sirva realmente para proteger rebaños, bienes y personas y no solo que lo aparente; capacidad que debe ir unida, no obstante, a una estructura física que le permita recorrer los largos trayectos de la trashumancia y hacer frente a los quehaceres propios del trabajo de protección. Debe ser un perro fuerte de constitución y temperamento; sano. Rústico, en definitiva.

En ganaderías extensivas ubicadas en numerosos puntos de la geografía española todavía quedan ejemplares merecedores de ser denominados mastines españoles tradicionales y estos deberían ser catalogados[9] y testados con el fin de tenerse en cuenta para constituir una base genética nacional que permita la recuperación y el mantenimiento de la raza de mastines de trabajo de cara al futuro y conservar así al perro útil y leal a los suyos.

Volver a los orígenes para disponer de los auténticos y tradicionales mastines españoles, perros protectores ancestrales.

 

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[1] Esta frase significa que un ser vivo puede presentar necesidades basadas en los cambios en su medio ambiente, por lo que se modifican hasta que se puedan satisfacer estas necesidades. Jean Baptiste Antoine Pierre de Monet, conde de Lamarck (1744-1829). Fue de los primeros investigadores en explicar la variedad y cambios morfológicos en los organismos: la función crea el órgano, a través del tiempo y condiciones oportunas para ello.

[2] La agresividad entendida como protección territorial básicamente tal y como definió Konrad Lorenz en su obra “Sobre la agresión, el pretendido mal” publicada en 1963. Según Lorenz, los animales, particularmente los machos, están programados biológicamente para luchar por los recursos. Este comportamiento debe considerarse parte de la selección natural, ya que la agresión que lleva a la muerte o lesiones graves puede eventualmente llevar a la extinción a menos que tenga tal rol.     «La agresividad del perro incluye cualquier tipo de conducta que implique la intimidación o el daño hacia una persona u otro animal», concluye un estudio realizado por la Universidad Veterinaria de Illinois, en EE. UU. (noviembre, 2013)

[3] Existen puntos en la Península Ibérica donde perviven todavía perros recios en su temperamento, así como en zonas ganaderas de países asiáticos que mantienen perros similares al mastín español con las características conductuales intactas.

[4] El proceso de moda que deforma las aptitudes del perro se da en otras numerosas razas.

[5] También debemos englobar en esta tipología de perros a los portugueses i pirenaicos, que con toda probabilidad surgieron de troncos comunes como ‘mastines ibéricos’. En realidad, los mastines de montaña de Eurasia debían haber tenido un tronco genético común.

[6] Debemos excluir aquí la denominación psicológica que implica “odio” o “violencia” y entender la agresividad como parte de la comunicación canina propia de su lenguaje específico. La agresividad se refiere en todo momento en ese artículo a una capacidad del perro para proteger ganados o bienes y personas, actuando primero con advertencias (ladridos, gruñidos, posturas corporales) y finalmente, si no detiene su acción ofensiva el intruso, poder llegar a atacar.

[7] Mediante el adiestramiento o cualquier otra circunstancia que modele su carácter hacia una función de guarda falsa.

[8] Se da por supuesta en el mastín español la morfología adecuada para moverse con agilidad y recorrer decenas de kilómetros sin mayor problema.

[9] Debería crearse un registro nacional de perros funcionales, cuyos ejemplares pasaran un test de temperamento y sirvieran para constituir una cabaña reproductora de mastines tradicionales de trabajo.